¿Tiene influencia la pornografía en la violencia de género?

Imagen PornHub. Investigación pornografia
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Para 2018 ya se estimaba que el consumo de contenido para adultos movía alrededor de 4.000 millones de euros al año. En 2015, el documental de Netflix Hot Girls Wanted afirmaba que más personas visitan sitios porno al mes que la audiencia que lograban generar Netflix, Amazon y Twitter combinados. Mientras que, solo para 2019 la plataforma PornHub registró 42.000 millones de visitas a nivel mundial. En la actualidad las cifras del consumo de contenido pornográfico crecen tan rápido que a las instituciones se les hace difícil llevar una estadísticas.




Pero ¿es el contenido para adultos realmente solo para adultos?




En la actualidad el contenido de índole sexual prolifera en internet a solo un clic de distancia. Las páginas exigen a los usuarios una mayoría de edad para ingresar a los videos. Sin embargo, una ventana emergente en la que la persona confirma tener más de 18 años resulta ser insuficiente para mantener alejado a los adolescentes de este tipo de videos y fotografías. Un estudio realizado por la asociación Save the Children establece que 7 de cada 10 jóvenes consumen contenido pornográfico con frecuencia y en promedio empiezan este consumo en torno a las 12 años de edad.




Por otro lado, un estudio realizado en España por la Red Jóvenes e Inclusión Social y la Universitat de Illes Baleares establece que 1 de cada 4 jóvenes españoles se inicia en el consumo de pornográfica antes de los 13 años y que la edad promedio en la que se encuentran por primera vez con este contenido es a las ocho años.




El temprano contacto con este tipo de contenidos puede deberse a la facilidad para obtenerlos que presenta la era digital. En este aspecto Save the Children asegura que un 98,5% de los jóvenes que ven pornografía se centran en contenidos gratuitos online al que encuentran a menudo gracias a sus teléfonos móviles.




Sin embargo, ¿Cuál es el verdadero problema? ¿Qué enseña este tipo de contenido a los jóvenes?




El consumo de contenido sexual entre los más jóvenes es tan común que tiende a no preocupar de manera excesiva. Sin embargo, el problema reside cuando los niños crecen sin saber diferenciar la realidad de la ficción. Un 30% de los jóvenes encuestados por Save the Children aseguran que la pornografía es el único recurso del que disponen para aprender sobre la sexualidad. Alrededor de la mitad de estos jóvenes admitieron echar en falta más información sobre el tema.




“La pornografía se ha convertido en profesora y consultorio de sexualidad para los adolescentes. El peligro no es que vean pornografía, sino que su deseo sexual se esté construyendo sobre unos cimientos irreales, violentos y desiguales propios de la ficción. También es peligroso que crean que su consentimiento, sus deseos y preferencias, o los del resto, no tienen por qué ser tenidos en consideración”, comenta Catalina Perazzo, directora de Políticas de Infancia y Sensibilización de la organización.







En este sentido los datos que arroja el estudio no dejan de ser llamativos. Un 54,1% de los chicos ve en la pornografía una inspiración para sus propias experiencias intimas. Un 47,4% de los jóvenes ha llevado a la practica algunas de escenas vista en las pantallas. No obstante, lo preocupante de esta tendencia reside en que a menudo cuando imitan estas escenas lo hacen sin el consentimiento previo de su pareja.  Un 12.2% de los menores de sexo masculino lo ha hecho sin el consentimiento explicito de su pareja. En el caso de las chicas la estadística disminuye a un 6.3%, pese a ello, tampoco desaparece.  




Adicional, no se puede dejar por fuera la posible influencia que tiene el contenido de índole sexual en la realización de las llamadas “prácticas de riesgo”. Practicas que van desde el sexo sin preservativo, sexo en grupos y sexo con desconocidos. En lo referente Save the Children establece que un 27,1% de las chicas encuestadas no sabía identificar este tipo de conductas dentro de los vídeos.




¿Se puede decir que la pornografía tiene influencia sobre la desigualdad?




“Mientras los chicos se encuentran con una mayor libertad (y mayor responsabilidad) para explorar su sexualidad, la masculinidad tradicional y la llamada virilidad, las chicas se encuentran ante una doble imposición: asimilar el recato y convertirse en objetos sexuales” Asegura Save The Children en su informe “(Des)información sexual: pornografía y adolescencia”.




La pornografía no explora en casi ningún aspecto el placer desde el ámbito femenino. Las mismas cifras corroboran que las mujeres se sienten en menor medida llamadas por este tipo de contenido. A nivel global las mujeres solo representan un 24% de las personas que consumen pornografía. Mientras que los hombres se llevan un 74% de la estadística. Esto puede deberse a los tabúes que todavía imperan en la sociedad sobre la feminidad y su rol. Sin embargo, no debe dejar de destacarse que el contenido sexual en general está pensado para el género masculino.




En este sentido, Ava Taylors, actriz porno y colaboradora del documental Hot Girls Wanted habla sobre su experiencia en el set de grabación y comenta: “siempre es lo mismo. La mismas historias una y otra vez, que es tu primera vez o que te hace falta dinero y te irás con ese chico extraño con el que nunca te irías de verdad para hacer cosas que tampoco harías en la vida real. Es todo acerca del hombre corriéndose y la chica está allí solo para ayudar”.




Entonces, ¿es la pornografía machista?




El contenido pornográfica en la red es muy amplio por lo que resulta imposible englobarlo todo dentro de una misma clasificación. Sin embargo, ya para 2015 estudios señalaban que un 40% del contenido sexual que se encontraba en internet escondía violencia contra la mujer.




A menudo en las escenas no media un consentimiento entre los personajes interpretados por los actores. Al contrario, la pornografía que representa un personajes que toman ventaja sobre otro (generalmente representado por una mujer) son muy valoradas en la web.




Así, los personajes interpretados por el género femenino a menudo responden a estándares de una sexualidad que no se adapta a la realidad. Títulos como: “manipulación de vírgenes” “chica inocente” “ella necesita el dinero” y son muy comunes en el sector. Estos títulos están creados prácticamente de manera exclusiva para el universo masculino y enseñan una desarrolla de las relaciones sexuales en los que la mujer actúa como un objeto.








Así, los personajes interpretados por el género femenino a menudo responden a estándares de una sexualidad que no se adapta a la realidad. Títulos como: “manipulación de vírgenes” “chica inocente” “ella necesita el dinero” y son muy comunes en el sector. Estos títulos están creados prácticamente de manera exclusiva para el universo masculino y enseñan una desarrolla de las relaciones sexuales en los que la mujer actúa como un objeto.




Adicional, existe un nicho de la industria que se conoce como porno abusiva que engloba un trato degradante hacía uno de los personajes. Dentro de este concepto se aparecen los llamados “blow job forzado” escenas de sexo oral en las que la persona (generalmente mujer) es “obligada” a realizar una felación contra su voluntad. Para 2014 las páginas porno abusivas tenían un promedio combinado de visualizaciones superior a los 60 millones.




Es decir, sí, una gran cantidad del contenido pornográfico es machista y oculta violencia contra el género femenino.




Pero sí está por todos lados y casi todo el mundo lo ve, ¿Qué podemos hacer?




El verdadero problema no reside en la pornografía (o no en toda). Ciertamente la pornografía es una creación de ficción creada para dar respuesta a un sector de la población y esto no tiene porque estar mal. En general estamos rodeados de productos de ficción y no por ello debemos llevarlos a la realidad.




El problema con la pornografía reside en que un sector de la población no sabe diferenciar entre la realidad y la ficción. Los jóvenes son los más vulnerables en este aspecto. Su poca experiencia y curiosidad sobre el tema le lleva a creerse lo que ven. E incluso, pensar que es una forma adecuada de enfrentar la sexualidad. La responsabilidad al final no es de ellos (o no única y exclusivamente) sino todos como sociedad que no ponemos a su disposición los medios suficiente de información.




La respuesta al ¿Qué hacer? Es demasiado amplia, pero en primer lugar podemos empezar por preguntarnos que tipo de contenido sexual consumimos y establecer una diferencia entre la realidad y la ficción. El problema no es verlo sino tomar todo lo que se ve en las pantallas como una realidad.




La sexualidad es un tema plural y dentro de él siempre existirán diversos gustos. No por ello debemos ignorar la influencia que tiene estos vídeos en mantener la estructura de violencia contra la mujer.




María Andrea Sandia Perdomo



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