Estrellas, su trayecto de vida a través del espacio

estrellas
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Al igual que las personas, las estrellas tienen un trayecto de vida, pues nacen, crecen y mueren. Su nacimiento se da en nebulosas; después, algunas viven solitarias entre gas, polvo y radiación estelar, aunque otras acaban rodeadas de nuevos planetas (como es el caso del Sol). Al final de su existencia vital, se empequeñecen y fraccionan de forma natural a causa de su misma gravedad.





Creación de una estrella






Siempre se han hecho paralelismos entre el ser humano y la estrella. Pensadores metafísicos y ocultistas como Aleister Crowley se interesaron en este tema. En la filosofía de vida o religión Thelema se trabaja la idea de que «cada hombre y cada mujer es una estrella». En sus textos sagrados, el dios que representa la voluntad es descrito como «la llama que arde en el corazón de cada hombre, y en el núcleo de cada estrella», insinuando que estos dos no son tan distintos.




La continua evolución es algo que nos une también, aunque a diferente escala. Ambos estamos siempre en movimiento, cambiando de posición, siguiendo nuestro propio camino. Incluso las estrellas a las que llamamos stellae fixae (estrellas fijas) se desplazan sin cesar. La “lentitud de movimiento” de los astros no es más que cuestión de perspectiva, como todo, ya que lo que para nosotros son siglos, para ellos son instantes. De hecho, todo el Universo está en constante evolución, y la humanidad inevitablemente se mueve con él, por ser parte de este.




Hay correspondencias que se hacen en las tradiciones mágicas y en la astrología de cientos de culturas alrededor del mundo. Dicen que diferentes elementos (de los cuales constamos) se mueven en tándem los unos con los otros, o que se afectan entre sí de alguna manera. Sea así o no, las comparaciones hombre-estrella se han hecho desde antaño. Los humanos siempre hemos observado el cielo, intentando entenderlo para entendernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. Incluimos a las estrellas en nuestra cosmología, y a las que conocemos les atribuimos significados e historias, relacionándolas con mitos, a veces llegando a deificarlas. A los cuerpos celestes los rodean historias, como a las personas.





Diosa egipcia Sopdet, personificación de la estrella Sirio






Ninguna estrella es igual, porque las circunstancias en las que se encuentra (cercanía a otros cuerpos, gravedad, tasa de rotación…) harán que su forma sea única. Se agrupan en constelaciones. ¿No hay en la Tierra acaso constelaciones de personas, todas con diferentes situaciones y experiencias? De manera poética, al individuo que brilla se le dice que “es una estrella”, una celebridad. En la sabiduría popular, cuando una proeza es predicha, ha sido “dictada por el firmamento”, como si los astros la hubieran supeditado. El hombre libre, el Starman de David Bowie, es aquel que más brilla.




El célebre astrónomo Carl Sagan decía que «somos polvo de estrellas reflexionando sobre estrellas». De cierta manera, esto puede interpretarse no solo como metafísicamente cierto, sino como literalmente veraz. Si nos aferramos a la teoría del Big Bang, absolutamente todo lo que existe, incluidos los átomos que nos forman, son restos de antiguas estrellas que murieron centenas de miles de años atrás.




Cuando una estrella empieza a empequeñecerse y rasgarse, su muerte es anunciada. Sin embargo, si alguna de sus secciones se calienta y densifica lo suficiente, puede tornarse en una nueva estrella. Esto es, que de los fragmentos que una estrella deja al morir, es posible que nazcan otras. ¿Quién sabe si después de morir, parte de nuestro espíritu vaga por el mundo, como fragmentos de estrellas por el cielo? Quizá nacerán otros donde nuestra energía perdure.





Muerte de una estrella






Paula P. López,




Estudiante de grado en Estudios de Asia Oriental



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