La (poca) lógica de nuestros prejuicios.

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¿Qué pensaríamos hoy si uno de los padres (o madres) de la vacuna contra la Covid19 fuera condenado a muerte por estar divorciado, pertenecer al grupo de diversidad funcional o por ser del colectivo LGBT? Probablemente lo primero que pensaríamos sería que es un disparate, que debe tratarse de un error, que no tiene lógica… Podríamos afirmar de ello que sería más un mal sueño que una realidad. 


Esta vacuna que todos o casi todos ansiamos con ganas podría compararse con un avance que logró un lógico y matemático en el siglo pasado, y con ello también salvó cientos de millones de vidas, e incluso logró que la sociedad de hoy sea como la que conocemos. ¿Qué función es la que puede tener un lógico? Además de crear cuentos para niños, como hiciera Carroll creando a Alicia en el país de las maravillas, el lógico al que me refiero descifró un intrincado código con el que los nazis se pasaban mensajes en clave. ¿Su nombre? Alan Turing. Y sí, fue condenado a muerte por aquellos a los que había ayudado. 


Turing recibió un mensaje del ejecutivo británico con una petición y un destino: Bletchley Park. Allí procuraría desentrañar los códigos alemanes encriptados por la máquina Enigma, máquina que lograba mediante un complejísimo algoritmo codificar los mensajes hasta casi la imposibilidad del descifrado. Por suerte, Turing estaba más allá de ese casi. 


No contento con haber roto el código de la Enigma, Turing también se postuló como padre de la informática, afirmando que sólo lo sujeto a algoritmos es computable, de manera que cuando algo excede a este proceso, nuestros ordenadores se “cuelgan”, caen en una espiral imposible de resolver. Además, Turing está en el origen de la inteligencia artificial, sentando las bases del experimento que lleva su nombre, por el cual empezamos a hablar de cierta inteligencia en los ordenadores. 


Sin embargo, no todo son laureles en esta breve vida. Rozando la cuarentena, uno de sus amantes, Arnold Murray, tejió un complot contra Turing, por el cual tuvo que atravesar ciertas declaraciones policiales. Allí reconoció su homosexualidad, de manera que fue acusado por un delito de perversión, y se le ofreció la pena de cárcel o la castración química. Tomó esta última vía, aún sin saber lo que le esperaba.


Los estrógenos fueron disminuyendo su libido, a la par que le provocaron notorios cambios físicos y una depresión que le llevó al suicidio (al menos es así según las fuentes). Un bocado de manzana con cianuro puso fin a su vida, como si la manzana representase de nuevo esa expulsión del paraíso terrenal. No fue hasta el 2013 cuando recibió el indulto de parte de Isabel II. Dicha manzana, por cierto, es el origen del logo de Apple, según la leyenda, escogida como homenaje de Steve Jobs.


Rindamos, pues, un homenaje a Turing, sobre todo leyendo esto desde tu móvil o tu ordenador, usando Alexa, Siri o cualquier otro inicio de Inteligencia Artificial; intentando romper los mensajes abominables; y, sobre todo, desterrando las lógicas de odio que aún reinan entre nosotros. Que el árbol de lo que creemos erróneo, en definitiva, no nos impida ver el bosque de los aciertos de toda una vida. 



Víctor Ballesteros Sánchez-Molina, graduado en filosofía y profesor en Salesianos Puertollano.



Coordinador del podcast "El cajón del desastre"



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